domenica 17 novembre 2019

A toutes et à tous, je viens de recevoir les dernières nouvelles du Chili. - Raoul Vaneigem




A toutes et à tous,
je viens de recevoir les dernières nouvelles du Chili. Je souhaite qu'elles soient traduites et diffusées par celles et ceux qui prennent conscience de l'importance que l'insurrection chilienne revêt pour le monde, et en particulier pour la France où la durée et la radicalité de la résistance sont également exemplaires (vous noterez au passage que le gilet jaune est au Chili l'uniforme de collaborateurs du régime. Voilà au moins une exportation réussie par Macron).
La vie ne renonce à rien. Je ne sais s'il se construit une Internationale du genre humain, mais ça y ressemble.
Raoul Vaneigem

  

Querido amigo,
El Estado-capital se ha reducido a la gestión cada vez más represiva de la violencia y sus perros guardianes no dudan en aplastarnos apenas tratamos de romper el yugo de la mercancía. Las fuerzas del orden entran disparando a hospitales y escuelas, nos aterrorizan en nuestras casas, nos desaparecen, nos encarcelan, nos mutilan en las calles. El teatro político busca normalizarlo usando las herramientas y mecanismos de la democracia. Hace algunos días fue convocado el Consejo de Seguridad Nacional, que agrupa a los máximos representantes de la dictadura burocrático-militarizada, para organizar la represión y se anunció una serie de proyectos de ley para criminalizar las protestas.
Desde el comienzo esta ha sido una lucha tenaz contra la lógica del mundo de la mercancía como un todo. Los estudiantes que prendieron la primera chispa de la insurgencia negándose a pagar afirmaron la posibilidad de una nueva forma de vida contra la barbarie económica. Por eso este levantamiento encontró rápidamente sus cómplices en todos los territorios. Lo que identifica a los insurrectos es la conciencia de que la vida sometida al dominio del dinero es material y espiritualmente miserable y no tendría por qué ser así.
Ahora que nuestra energía libidinal se ha desprendido —por un instante— de la tiranía del trabajo asalariado, ¡se vierte en pura creatividad y celebración en las calles! Esto se puede percibir de muchas maneras. En distintas ciudades, por ejemplo, hay quienes se han adjudicado la noble labor de derribar los monumentos de los represores coloniales y modernos, llevando a cabo grandes actos de justicia poética como colgar la cabeza de uno de ellos en la mano de una de las figuras heroicas de la resistencia mapuche o saquear iglesias y hacer barricadas con su mobiliario. Algunas calles y plazas también han sido renombradas espontáneamente en memoria de los eventos que hemos estado viviendo las últimas semanas (Plaza de la Dignidad, 18 de octubre, etc.). En todas las calles hay fiestas espontáneas en medio del gas lacrimógeno y las balas, ¡con una cuchara de palo y una olla abollada todos son músicos! Todos saben qué quieren hacer, demostrándoles a aquellos con afición de tecnócrata que ninguna autoridad es necesaria para tomar decisiones al respecto de la organización de la vida. La inteligencia y generosidad brota de la masa de lo vivo.
¿Cómo enfrentar el terrorismo de Estado? Los medios de estupidización de masas repiten el mensaje de los políticos y expertos como un mantra: cueste lo que cueste hay que retornar a la paz. ¿De qué hablan? Esa paz no era más que la “pacífica coexistencia” de las mentiras reinantes. Aquella normalidad  que concentraba la masacre en el sur de Chile contra los mapuche, en las poblaciones marginales de las ciudades (La Legua, Lo Hermida, etc.), en los territorios altamente contaminados en aras del lucro (Quintero, Puchuncaví, etc.) o la mantenía a “baja intensidad” porque la vida que teníamos nos mataba de a poco con infartos, tumores malignos o depresión. Hoy, en cambio, se ha desprendido el envoltorio de las relaciones sociales capitalistas y vemos emerger la violencia estructural que engendran: “Chile despertó” señala el grito colectivo.
En el extremo grotesco del mundo al revés, los políticos aferrados al poder, intentan dividirnos usando su vieja retórica moralista culpabilizante. En los últimos días se ha desarrollado una nueva forma de manifestación social. La masa interrumpe el tráfico, los automovilistas tienen que salir de sus máquinas y bailar junto con la gente para que los dejen pasar. El domingo por la tarde un ciudadano estadounidense que se vio en medio de una de estas manifestaciones descargó su arma frente a quienes protestaban alegando “legítima defensa”. Desde entonces el Estado condena este tipo de manifestación como tortura psicológica. Es una “práctica fascista”, dicen, “una forma de humillación para quitarte la dignidad y decirte, tú no eres dueño de tu vida, nosotros controlamos tu vida y harás lo que te decimos que hagas”. ¡Que ridículo absurdo! Para ellos esta forma de encuentro social es comparable a la violencia del exterminio nazi porque la coraza de su neurosis les impide cualquier espontaneidad y por primera vez, confrontados con la irrupción de la vitalidad, experimentan el terrible dolor de su congelamiento. No pueden jugar, lo único que pueden desear es que estemos ahí para lamerles las botas en el silencio de su ausencia de vida. Estos son los chalecos amarillos, aquellos que salen con armas (bates de béisbol, palos de golf y pistolas) cantando el himno nacional y rezando para defender este mundo que se viene abajo y que aseguran que la gente que regala comida y agua en las protestas está siendo financiada por facciones izquierdistas internacionales. ¡Pobre de ellos! Jamás han conocido la solidaridad humana, para ellos todo se compra incluso la empatía.
Hay quienes temen que todo este gran levantamiento termine solo en un baño de sangre. Sé que se derramará sangre, tanto si las fuerzas del orden logren aplastarnos como si logramos disolverlas y liberarnos de ellas junto con la obligación del trabajo asalariado para siempre. Pero, aunque no hay garantía de una victoria final sobre el sistema productor de mercancías, esta ruptura nos ha traído tal placer colectivo que implica, aquí y ahora, un triunfo para el movimiento contra la no-vida capitalista.
Aunque quieren seguir chupándonos la sangre y que volvamos a trabajar, a aislarnos, a vivir para comprar, e intentan canalizar la energía de este levantamiento ofreciéndonos una nueva repartición de las miserias, la máscara de bienestar social del poder ha caído. Por primera vez observamos colectivamente, sin miedo, el rostro grotesco del clientelismo político, la naturaleza violenta de la democracia, el cinismo de los gerentes de la reorganización social y el terrorismo del Estado mafioso, y nos damos cuenta de que solo tenemos una opción: liberarnos de la esclavitud voluntaria y auto-organizar la producción de todos los aspectos de nuestra vida social.
Van más de veinte días de este trabajo de parto colectivo. Seguimos despiertos, más vivos que nunca. Tanto nos han quitado que hasta el miedo perdimos. Con o sin convocatoria oficializada, la gente sale a la calle masivamente en varias ciudades a lo largo de Chile. Parece como si la lucha por la vida se hubiera transformado en una forma de vida.
El hacer de nuestros muertos aspira a cobrar nueva vida en nosotros.