ALGUNAS REFLEXIONES PARA CONTRIBUIR A LA COMPRENSIÓN
DEL MOVIMIENTO DE LOS INDIGNADOS EN ESPAÑA
ALGUNAS REFLEXIONES PARA CONTRIBUIR A LA COMPRENSIÓN
DEL MOVIMIENTO DE LOS INDIGNADOS EN ESPAÑA
Lo que llamaríamos “Manifestación” más que “Movimiento” —sustantivo que adjetivado con “Nacional” creemos del todo inadecuado y de infausto recuerdo en la piel de toro—, autonombrádose con patronímicos distintos: “Spanish Revolution”, “¡Democracia real, ya!” —paradoja en un Estado monárquico—, “Indignados” o, finalmente, en su acepción reducida a efemérides de “15-M” por la fecha del 15 de Mayo de 2011, inicio del impulso de la protesta, ha provocado un alud de interpretaciones por parte de los profesionales
de los medios y de los intelectuales que en ellos opinan —a menudo de una miopía alarmante—, por los políticos oportunistas que pensaron traer agua a su molino, y por los que —los más lúcidos—, vieron en los acontecimientos una amenaza para la perpetuación de sus privilegios.
Siendo el fenómeno completamente nuevo en las sociedades avanzadas, profundizar
en sus motivaciones, su expresión, su desarrollo y su provisional declive, ya manifiesto
en las formas, es tarea imprescindible para comprender su alcance y, a la vez, sus límites: toda erupción, ya sea volcánica o cutánea, como todo terremoto, genera gráficos que permiten, interpretados, preveer su hipotética evolución, así que, sin otorgarnos el nivel científico necesario —reservado a especialistas de la sociología, o de la politología,
o de expertos tertulianos de todo pelo—, nos atrevemos a hacer un modesto análisis
de lo “ocurrido”, o “sucedido”, según se prefiera. Para ello, antes de plantearnos lo que es, sería razonable averiguar lo que no es.
I
El 15-M no es insurreccional, ni revolucionario. No es antisocial ni antisistema, ni violento —con la congoja que esta característica ha provocado en los Cuerpos de Seguridad y sus responsables—. No se refiere a situaciones historicamente lejanas o cercanas, ya que carece de ideología y de perspectiva retroactiva: no es nacionalista, ni internacionalista,
ni localista, ni comunista, ni anarquista. Ni reclama más libertad sexual, ni la liberalización de las drogas, ni la destrucción de la família, ni el botellón gratuito. No pretende cambiar
el mundo ni suprimir el Estado. Ni es radical, en el sentido de “ir a la raíz de las cosas”.
Ni él mismo sabe lo que es.
II
La punta de lanza no han sido los llamados “ni-ni” (ni estudio ni trabajo), sino los jóvenes de menos de treinta años con estudios superiores que estadisticamente son el 40% de los parados. En las semanas anteriores al domingo 15 de Mayo, algunos colectivos coordinados entre sí de manera espontánea, hacen un llamamiento a través de las redes sociales, para manifestarse en contra de la clase política y financiera, llamamiento que obtiene acogida
en cincuenta ciudades de todo el país. En Madrid, al finalizar la manifestación, unas decenas de participantes en ella deciden acampar en la Puerta del Sol, kilómetro cero
de donde parte la estructura radial de las comunicaciones terrestres en todo el Estado.
De madrugada, son desalojados violentamente por la Policía Nacional con un balance
de diecinueve detenidos. El martes 17 ya son centenares, y el miércoles 18, miles.
Las acampadas tienen efecto de contagio en treinta ciudades, sobretodo en las grandes capitales: Barcelona y Valéncia. La estultícia del Poder, reprimiendo lo que habría podido ser un eructo sin muchas consecuencias, propaga el virus y consigue que al núcleo inicial
se le añadan descontentos de todas las edades y condiciones: estudiantes, obreros en el paro, jubilados con pensión mínima, inmigrantes concienciados, artistas sin subvención y, como no, viejos luchadores por la democracia de los años setenta, víctimas del derrumbe de las aspiraciones de la Transición. Famílias enteras acuden por las mañanas o las tardes para escuchar las intervenciones asamblearias, los acampados se organizan, se crean comisiones para responder a las necesidades inmediatas —logística, información, comunicación, sonido y extensión, economía, sanidad, igualdad, educación, asesoramiento legal, vivienda, inmigración, internacional, limpieza, respeto (seguridad)... hasta guarderías
y bibliotecas, o algunas de dudosa eficacia como espiritualidad... La simpatía hacia
los concentrados se expande: restaurantes de la zona llevan alimentos a la cocina
del campamento, de algunos supermercados de las proximidades los trabajadores sacan
a escondidas productos frescos, amas de casa de la vecindad se presentan con una cazuela de fabada o una torta, alguien reparte churros para el desayuno... En el centro de todo,
la necesidad de tomar la palabra, de salir de uno mismo y expresar lo que le venga en gana. Para evitar la algarabía se dan turnos de intervención y se inventan gestos para no molestar a los vecinos con aplausos o pitidos: ambos brazos alzados con movimiento de manos para expresar conformidad, brazos cruzados con los puños cerrados para disentir, mano en la boca para la duda.
***
“[…]Por primera vez, en sólo unos días hemos visto crecer unas microciudades dentro
de las ciudades. Sin organización jerárquica, la comunidad ha definido sus espacios,
sus edificios de lona y cuerda, sus servicios, sus estructuras y sus normas de convivencia. Esos ciudadanos en sus micrópolis han asumido deberes y derechos sobre la marcha,
sin que nadie les impusiera nada ni les dijera lo que tenían que hacer. Igualmente interesante resultará reflexionar acerca de la manera de comunicarlo al mundo.
Sin especialistas en las relaciones con la prensa, sin técnicas de marketing on-line,
sin community managers, han conseguido que los informativos y diarios de todo el mundo abrieran con sus imágenes y sus eslóganes. Se han hecho oir y entender, y lo que es más importante, han conseguido que millones de ciudadanos anónimos en el mundo
se convirtieran en sus altavoces[…]”.
Elso Brino. La Vanguardia, 30-05-2011
III
El jueves 19, la Junta Electoral de Madrid, ante la inminencia de las elecciones locales
y autonómicas, prohibe la concentración, con el pretexto de su posible influencia en los resultados. La Junta Electoral Central ratifica la decisión y prohibe toda manifestación
el sábado 21, día de reflexión. A palabras necias, oídos sordos. La consigna es “¡No nos moverán!”. En Barcelona, en la acampada de la Plaza de Catalunya, centro también
de la ciudad, alegando graves hipotéticos disturbios a consecuencia de la posible victoria
del Club de Fútbol Barcelona ante el Manchester United en la final de la Champions League, y de la proximidad del lugar con el de la celebración habitual de los éxitos
del Barça, el Conseller de Interior de la Generalitat Felip Puig, en el cargo desde hace pocos meses (nombrado con el nuevo gobierno autonómico de centro-derecha nacionalista
en las elecciones del 23 de Noviembre de 2010 —el sistema electoral autonómico
en España es un galimatías para nosotros incomprensible—, comete el segundo error
del Poder, que alimenta el número de participantes en la concentración: a las siete
de la mañana, los Mossos de Esquadra (la policía autonómica), junto con dotaciones
de apoyo de la Guardia Urbana, rodean la plaza y abren el camino a una veintena
de camiones de recogida de basuras. Se incauta “todo el material peligroso: bombonas
de butano de la cocina, hornillos, palos de madera, susceptibles de ser usados como arma...”, en realidad toda la infraestructura montada, ordenadores, carteles, lonas, colchonetas, tiendas de campaña, que se verterán poco después en una cantera al aire libre de Montjuïc, colina situada dentro de la ciudad, a pesar de las declaraciones del político
que asegura “que se restituirá lo confiscado a sus dueños” —promesa absurda ya que
no hubo ningún registro de los objetos, ni de quienes eran sus propietarios.
A las doce del mediodía, los mensajes por SMS y el boca a oreja han funcionado,
la plaza presenta un aspecto de asedio en forma de muñecas rusas: en el centro, el núcleo de acampados, rodeados por todo el perímetro por los antidisturbios, y las calles adyacentes ocupadas por manifestantes que rodean a su vez a concentrados y policía, impidiendo toda salida de los camiones y de las furgonetas. A la una, se produce la primera carga de los Mossos, muy violenta, contra centenares de personas sentadas en el suelo que no ofrecen resistencia, pero la dispersión del dispositivo policial permite la entrada en la plaza
de centenares de los manifestantes que han acudido. Una patrulla se encuentra entre
dos bloques y empiezan los disparos de balas de impacto paralizantes (dotación armamentística reciente, en período de pruebas). Hay reacción, muchos nervios, la turba
no ataca pero es ya una masa compacta a punto de explotar. Presos del pánico delante
de lo que se les puede caer encima, los antidisturbios se retiran de manera vergonzante bajo los insultos y la rechifla de los concentrados. Balance: ciento veintiun heridos, de los cuales unos treinta (cifra nunca demostrada) entre los Mossos (la Guardia Urbana no intervino).
Si a mediodía eran cinco mil manifestantes, a las ocho de la tarde la cifra se ha doblado.
La celebración de la victoria futbolística tiene lugar sin incidentes, excepto los que unos cincuenta hooligans, a quienes los concentrados impiden el acceso a la plaza, provocan
en una de las calles de acceso. A unos pocos de los centenares de Mossos desplegados
les basta con una carga para disolverlos y detener a algunos, enseguida liberados (que no se diga que el Cuerpo no sirve para reprimir a los “rompedores” entre los cuales tantas veces se ha infiltrado para manipularlos).
IV
El domingo 22, las elecciones dan una mayoría apabullante al Partido Popular en la mayoría de las autonomías y en muchos ayuntamientos, con el acceso a estos últimos de partidos enclenques de la extrema derecha racista, antiguos fascistas que sacan pecho disfrazados
de populistas, ya confundidos con candidatos del PP que utilizan argumentos idénticos.
El hundimiento de la socialdemocracia es total: sólo en los ayuntamientos pierde cuatro mil cargos con todo lo que ello conlleva: parientes y correveidiles a buscarse la vida, mientras los populares exultan dando por hecha la victoria en las generales del 2012. La aritmética política hará el resto: decenas de candidatos imputados por corrupción conservan sus prebendas gracias al voto del “pueblo soberano”. En un contexto donde, según estadísticas del CIS, las preocupaciones de los españoles se sitúan en: 1) la desocupación;
2) la economía; 3) los políticos, el 15-M irrumpe cual marejada, espejo de las encuestas.
Fiel reflejo de inquietudes de la ciudadanía.
V
Algunos comentaristas de todo a cien, embriagados todavía por las revueltas arábigas
que les permitieron llenar sin ningún esfuerzo los espacios pautados de sus periódicos,
se precipitaron en tromba para llegar a fin de mes elucubrando sobre los paralelismos
entre dichas revueltas (inacabadas o derivadas en guerra civil) y el 15-M: “Son los jóvenes que grácias a las nuevas tecnologías se han apropiado del Poder”. Otros de más prestigio, sacaron del cajón sus azañas del Mayo francés, despreciando apriorísticamente, sin ningún análisis de causa-efecto, una manifestación de la que estaban excluidos. No hay que ser catedrático ignorante de cualquier doctrina para darse cuenta de las enormes diferencias entre los distintos procesos: en Arábia se ha iniciado (y el proceso todavía está en marcha) el fin de dictaduras apolilladas para dar paso a sistemas democráticos autenticamente representativos. Excepto en Túnez donde se lloran pocos muertos y donde los islamistas han ganado todas las loterías para acceder al Poder —otro gallo les cantaran a los jóvenes laicos, a los homosexuales, a las señoritas desveladas, a los izquierdistas (que los hay)—,
en otros lugares como Egipto, el cambio ha sido violento y, por ahora, es el Ejército quien maneja los hilos. De Libia sólo sabemos de oídas la masacre que se está cometiendo mientras los Estados Occidentales alimentan, gracias a la demonización de Gadafi —al que lamían hasta hace poco el culo—, las propias industrias de armamento, de capa caída después de que Irak y Afganistan desaparecieran de la agenda de la noble tarea de socorrer al necesitado. Yemen, demasiado pobre, no interesa. Con Siria nadie se atreve, la bestia iraní está al acecho con las espaldas cubiertas por Rusia y China.
En Francia, la insurrección del 68, prendió de una chispa banal en el campus
de la Facultad de Nanterre —la prohibición del acceso de los chicos a los dormitorios
de las chicas—. Un estímulo anterior, un opúsculo editado en Estrasburgo en el 66:
“De la misère en milieu étudiant:
considérée sous ses aspects économique, politique, psychologique, sexuel et notamment intellectuel et de quelques moyens pour y remédier”. Publicado por cuatro estudiantes de la Universidad de Estrasburgo, elegidos representantes del Sindicato —que lo primero que hicieron fue dilapidar los fondos del mismo editando el panfleto, con gran escándalo en el mundo académico—, se había divulgado masivamente entre los estudiantes de toda Francia, y traducido inmediatamente a otras lenguas (español, portugués y italiano), había avivado brasas en conciencias que buscaban su expresión común. Algunos extractos en español:
“Podemos afirmar, sin temor de equivocarnos, que el estudiante, en Francia es, después
del policía y el cura, el ser más universalmente despreciado. Si las razones por las cuales
se le desprecia son a menudo falsas y dependientes de la ideología dominante, las razones por las que es efectivamente despreciable y despreciado desde el punto de vista de la crítica revolucionaria, están reprimidas y ocultadas […]. […] La rebelión de la juventud contra
el modo de vida que se le quiere imponer, no es, en realidad, más que el síntoma anticipador de una subversión más amplia que abarcará el conjunto de todos aquellos
que padecen cada vez más la imposibilidad de vivir, el preludio de la próxima época revolucionaria […]. […] Lo que debería sorprender, no es tanto que los jóvenes se rebelen, sino que los adultos sean a tal punto resignados. Ello tiene una explicación que no es mitológica sino histórica: la generación precedente ha sufrido todas las derrotas
y consumido todas las mentiras del período de la disgregación vergonzante del movimiento revolucionario […].
Así que, según nuestra opinión, el 15-M no pertenece ni puede asociarse a lo que los mercaderes de ideologías tutti-frutti nos pretenden vender cual brote de soja alemán.
Las revueltas árabes piden el inicio de la democracia; el 68 (no solo en Francia sino también en EEUU, en Alemania, en Inglaterra, en Holanda, en Italia, y en México, en España y Portugal o en Checoslovaquia, estas últimas con características algo distintas, más parecidas a las de la Arabia actual, pretendían —en su esencia y, más allá de las mitologías marxistas-leninistas vehiculadas por los medios— acabar con el Sistema y el Estado,
y sustituirlos por la democracia de base, la pirámide invertida, la República de los Consejos.
Nada de ello es visible en el 15-M, manifestación antes que nada reformista, regeneradora del espacio marchito y corrupto de la política profesional y, mientras en los países árabes las reformas se están consiguiendo con el sacrificio de millares de vidas, el autonombrado Movimiento por la Democracia Real (¿Socialismo real?) ocupa, cual turista masivo, espacios públicos. Por ahora no hay muertos (en el 68 los hubo, y muchos), el Poder no tiembla,
no se siente realmente amenazado, blindado por su arrogancia y legitimado por las urnas, aunque sin ninguna visión de su futuro, se encuentre en pleno proceso de tumor maligno metastático, enfermo que rehúye su condición de terminal.
***
“[…] El civismo de Sol no es el de París. Las revueltas allí fueron crudas: coches volcados e ideas locas como pintar la Sorbona de rojo. Nueve millones de franceses secundaron la huelga. Arroyo, amante de los toros y el boxeo, compara con ironía: ‘Ayer había 10.000 personas en Sol. Y 23.000 en las Ventas, en los toros de San Isidro […] ‘“.
Eva Cavero. El País, 05/06/2011. Mario Muchnik y Eduardo Arroyo,
que participaron en las revueltas de la primavera francesa hace más de 40 años,
reflexionan sobre el movimiento del 15-M.
Ésta es una de la brillantes reflexiones de los artistas de sí mismos. Olvidan que el 68 explotó con la economía a tope, con las fábricas a pleno rendimiento, en un período
de bonanza capitalista, resultado de las inyecciones monetarias del intervencionismo
del Banco Mundial —en España, y a pesar de Berlanga, gracias al Plan Marshall—, mientras que, en la actualidad el malestar tiene su cuna en la depresión: la dictadura
ahora es la que eufemísticamente se llama Mercado, es decir el Capital en sus estertores, obligado a subir sobre sus propias espaldas (con el aúpa de los Gobiernos) para sobrevivir y perpetuarse. Ya no se enfrenta a una clase obrera organizada como hasta hace cincuenta años. La clase obrera ha desaparecido, deglutida y olvidada por la aristocracia sindical
y sustituida por inmigrantes, a menudo sin papeles, que no osan decir ni mu, que son los que trabajan. El concepto de “proletariado”, en su acepción marxiana de “quien no tiene poder de decisión sobre su propio destino y es consciente de ello”, se ha desplazado hacia
la pequeña burguesía y el campesinado propietario, y amenaza seriamente la clase media: los funcionarios que creían estar al abrigo de cualquier coyuntura ya padecen
las consecuencias de los recortes, y lo que te rondaré, morena.
VI
Se reprueba al 15-M su ingenuidad. Algo hay, por la ignorancia de su propia historia, aunque allí reside su principal calidad. La juventud actual, formada con criterios antiautoritarios, modelando plastilina y copiando pinturas de Miró en su infancia, han descuajeringado los modelos anteriores sin conocerlos, y arrastran a sus mayores en
la conciencia del absurdo que les han propuesto. Desvanecidos los sueños cocainómanos de los yuppies de los 90, no hay paso adelante posible, solo el del abismo o… la reflexión. Por ello definiríamos antes que nada la manifestación como homeopática; la gota que se disuelve en el mar cambiando pero su análisis químico, y así, y así, hasta que un tsunami arrasa con todo.
VII
Dos características diferenciadoras en el mapa autonómico del pseudo federalismo hispánico: situándose el nacimiento del 15-M en la Capital del Estado, en Catalunya
los independentistas —con los que me cuento, a pesar de ellos, siendo crítico con sus estrategias, concentrados cada vez más en la contemplación del propio ombligo y enzarzados en luchas intestinas autodestructivas, han despreciado un despertar del que ni se han dado cuenta de su magnitud. Su patética incorporación, cuando en las asambleas ya quedaban solo cuatro gatos, para reclamar el derecho a la autodeterminación, los ha desprestigiado. Tendrán una larga travesía del desierto para flagelarse.
En Euskadi, el 15-M no les ha hecho ni cosquillas, apenas unos concentrados en Donosti y Bilbao; la izquierda abertzale va a su bola y ha conseguido que ETA se encoja y que acepte que las armas son un peso muerto, por ahora, ojalá así se mantenga. Bildu ya ha ocupado su parcela del Poder en una mayoría aplastante. Marcianos, como de costumbre.
VIII
El domingo 12 de Junio, mientras se desmontan por agotamiento las concentraciones en las plazas públicas, las manifestaciones se desplazan enfrente de los ayuntamientos. En Valencia, la Policía Nacional carga violentamente. En Madrid y en Barcelona, en las asambleas se decide definitivamente la descentralización y optar por el contagio: los barrios. Algunos disienten. Durante todo el proceso la degradación del mismo es palpable: lumpen, desalojados, perroflautas, saltimbanquis, artistas callejeros, han encontrado comida y alojamiento gratuito, y el cariño que se les niega, y también hay suciedad por deserción obligatoria de los servicios municipales de recogida de basura, hedor cerca de los WC portátiles, sin vaciar —un policía entrevistado en la televisión decía “está todo lleno de mierdas, de pulgas y de chorizos…”—, algunas peleas, acusaciones de la Comisión de Feminismo de violación (¡en plena concentración!). En Barcelona hay resistencias. En Madrid los concentrados lo han resuelto limpiando la plaza hasta dejarla como un Sol, mejor de cómo la encontraron.
IX
15 de Junio. En Barcelona, la Asamblea ha decidido desplazarse al Parlamento para boicotear el Pleno que debía presentar los Presupuestos y acampar en el parque que rodea el recinto. Centenares de Mossos impidiendo los accesos y un grupo de provocadores a sueldo, identificados, fotografiados y filmados, han provocado disturbios. El presidente de la Generalitat y algunos diputados han accedido al edificio en helicóptero. Los que se han arriesgado a hacerlo por tierra han sufrido la consecuencias. La opinión pública, azuzada por los medios, empieza a dudar.
***
[…] cuando llega la mañana del día 15 ya es otra cosa. Las cartas están boca arriba. El mecanismo de difamación y victimismo del poder comienza a funcionar. Las mentiras, falacias y desinformaciones empiezan a aparecer en lo medios, junto a los lameculos del establishment en las redes sociales. Es de destacar el bonito ejemplo de parcialidad gubernamental del programa dels Matins de TV3. La máquina aplastante del discurso oficial hace su efecto: “es intolerable que los representantes del pueblo no puedan acceder al Parlament. Además, hace su entrada la gente contratada para el trabajo sucio. Infiltrados de la policía que se dedican a excitar a unos manifestantes hetereogéneos y en su mayoría jóvenes. Las autoridades deben pensar: “es pan comido“. Y es cierto, consiguen que haya unos pocos actos incívicos puntuales que luego se magnifican y propagan como si fuera el ejemplo normal de la mayoría de concentrados. La gente de buen parecer no puede asociarse con esa gentuza bárbara que ataca a los políticos que lo único que quieren es hacer la función para la que fueron elegidos por la mayoría del pueblo […].
J. M. Goig. 15 de Junio de 2011. Blog
XX
Si una intervención (en Madrid) ha sido lúcida, es la de García Calvo: “¡Ocupad!”. Perro viejo, se refería no a las plazas, sino a los centros del Poder, los lugares de trabajo, las oficinas bancarias, las redacciones de los periódicos, las televisiones… ¿Utópico yo? ¡Tururú!
Continuará, si nos dejan.
Don Pepino & Don Simón
Barcelona, 16 de Junio de 2011
PS. El pacifismo de Gandhi no consistió solo en alzar las manos sentados en el suelo para que las tropas colonialistas les apalearan (100.000 muertos) sino en el boicot del lino que hundió la industria textil británica.