A toutes et à tous,
je viens de recevoir les
dernières nouvelles du Chili. Je souhaite qu'elles soient traduites et
diffusées par celles et ceux qui prennent conscience de l'importance que
l'insurrection chilienne revêt pour le monde, et en particulier pour la France
où la durée et la radicalité de la résistance sont également exemplaires (vous
noterez au passage que le gilet jaune est au Chili l'uniforme de collaborateurs
du régime. Voilà au moins une exportation réussie par Macron).
La vie ne
renonce à rien. Je ne sais s'il se construit une Internationale du genre
humain, mais ça y ressemble.
Raoul Vaneigem
Querido amigo,
El Estado-capital se ha reducido a la gestión cada
vez más represiva de la violencia y sus perros guardianes no dudan en
aplastarnos apenas tratamos de romper el yugo de la mercancía. Las fuerzas del
orden entran disparando a hospitales y escuelas, nos aterrorizan en nuestras
casas, nos desaparecen, nos encarcelan, nos mutilan en las calles. El teatro
político busca normalizarlo usando las herramientas y mecanismos de la
democracia. Hace algunos días fue convocado el Consejo de Seguridad Nacional,
que agrupa a los máximos representantes de la dictadura
burocrático-militarizada, para organizar la represión y se anunció una serie de
proyectos de ley para criminalizar las protestas.
Desde el comienzo esta ha sido una lucha tenaz
contra la lógica del mundo de la mercancía como un todo. Los estudiantes que
prendieron la primera chispa de la insurgencia negándose a pagar afirmaron la posibilidad
de una nueva forma de vida contra la barbarie económica. Por eso este
levantamiento encontró rápidamente sus cómplices en todos los territorios. Lo
que identifica a los insurrectos es la conciencia de que la vida sometida al
dominio del dinero es material y espiritualmente miserable y no tendría por qué
ser así.
Ahora que nuestra energía libidinal se ha
desprendido —por un instante— de la tiranía del trabajo asalariado, ¡se vierte
en pura creatividad y celebración en las calles! Esto se puede percibir de
muchas maneras. En distintas ciudades, por ejemplo, hay quienes se han
adjudicado la noble labor de derribar los monumentos de los represores
coloniales y modernos, llevando a cabo grandes actos de justicia poética como
colgar la cabeza de uno de ellos en la mano de una de las figuras heroicas de
la resistencia mapuche o saquear iglesias y hacer barricadas con su mobiliario.
Algunas calles y plazas también han sido renombradas espontáneamente en memoria
de los eventos que hemos estado viviendo las últimas semanas (Plaza de la
Dignidad, 18 de octubre, etc.). En todas las calles hay fiestas espontáneas en
medio del gas lacrimógeno y las balas, ¡con una cuchara de palo y una olla
abollada todos son músicos! Todos saben qué quieren hacer, demostrándoles a
aquellos con afición de tecnócrata que ninguna autoridad es necesaria para
tomar decisiones al respecto de la organización de la vida. La inteligencia y
generosidad brota de la masa de lo vivo.
¿Cómo enfrentar el terrorismo de Estado? Los medios
de estupidización de masas repiten el mensaje de los políticos y expertos como
un mantra: cueste lo que cueste hay que retornar a la paz. ¿De qué hablan? Esa
paz no era más que la “pacífica coexistencia” de las mentiras reinantes.
Aquella normalidad que concentraba la masacre en el sur de Chile contra
los mapuche, en las poblaciones marginales de las ciudades (La Legua, Lo
Hermida, etc.), en los territorios altamente contaminados en aras del lucro
(Quintero, Puchuncaví, etc.) o la mantenía a “baja intensidad” porque la vida
que teníamos nos mataba de a poco con infartos, tumores malignos o depresión.
Hoy, en cambio, se ha desprendido el envoltorio de las relaciones sociales
capitalistas y vemos emerger la violencia estructural que engendran: “Chile
despertó” señala el grito colectivo.
En el extremo grotesco del mundo al revés, los
políticos aferrados al poder, intentan dividirnos usando su vieja retórica
moralista culpabilizante. En los últimos días se ha desarrollado una nueva
forma de manifestación social. La masa interrumpe el tráfico, los
automovilistas tienen que salir de sus máquinas y bailar junto con la gente
para que los dejen pasar. El domingo por la tarde un ciudadano estadounidense
que se vio en medio de una de estas manifestaciones descargó su arma frente a
quienes protestaban alegando “legítima defensa”. Desde entonces el Estado
condena este tipo de manifestación como tortura psicológica. Es una “práctica
fascista”, dicen, “una forma de humillación para quitarte la dignidad y
decirte, tú no eres dueño de tu vida, nosotros controlamos tu vida y harás lo
que te decimos que hagas”. ¡Que ridículo absurdo! Para ellos esta forma de
encuentro social es comparable a la violencia del exterminio nazi porque la
coraza de su neurosis les impide cualquier espontaneidad y por primera vez,
confrontados con la irrupción de la vitalidad, experimentan el terrible dolor
de su congelamiento. No pueden jugar, lo único que pueden desear es que estemos
ahí para lamerles las botas en el silencio de su ausencia de vida. Estos son
los chalecos amarillos, aquellos que salen con armas (bates de béisbol, palos
de golf y pistolas) cantando el himno nacional y rezando para defender este
mundo que se viene abajo y que aseguran que la gente que regala comida y agua
en las protestas está siendo financiada por facciones izquierdistas
internacionales. ¡Pobre de ellos! Jamás han conocido la solidaridad humana,
para ellos todo se compra incluso la empatía.
Hay quienes temen que todo este gran levantamiento
termine solo en un baño de sangre. Sé que se derramará sangre, tanto si las
fuerzas del orden logren aplastarnos como si logramos disolverlas y liberarnos
de ellas junto con la obligación del trabajo asalariado para siempre. Pero,
aunque no hay garantía de una victoria final sobre el sistema productor de
mercancías, esta ruptura nos ha traído tal placer colectivo que implica, aquí y
ahora, un triunfo para el movimiento contra la no-vida capitalista.
Aunque quieren seguir chupándonos la sangre y que
volvamos a trabajar, a aislarnos, a vivir para comprar, e intentan canalizar la
energía de este levantamiento ofreciéndonos una nueva repartición de las
miserias, la máscara de bienestar social del poder ha caído. Por primera vez
observamos colectivamente, sin miedo, el rostro grotesco del clientelismo
político, la naturaleza violenta de la democracia, el cinismo de los gerentes
de la reorganización social y el terrorismo del Estado mafioso, y nos damos
cuenta de que solo tenemos una opción: liberarnos de la esclavitud voluntaria y
auto-organizar la producción de todos los aspectos de nuestra vida social.
Van más de veinte días de este trabajo de parto
colectivo. Seguimos despiertos, más vivos que nunca. Tanto nos han quitado que
hasta el miedo perdimos. Con o sin convocatoria oficializada, la gente sale a
la calle masivamente en varias ciudades a lo largo de Chile. Parece como si la
lucha por la vida se hubiera transformado en una forma de vida.
El hacer de nuestros muertos aspira a cobrar nueva
vida en nosotros.